Los alimentos azucarados contienen hidratos de carbono simples, cuyo consumo abundante hace que el organismo trabaje excesivamente y se acumulen en el cuerpo en forma de grasa.
Este tipo de alimentos, por lo general, se encuentra en gran cantidad en los productos procesados industrialmente, como las golosinas, las bebidas gaseosas azucaradas, la miel de caña, los dulces y mermelada, etc.
El problema no es la ingesta de alimentos naturales que contienen azúcar y que nuestro organismo, efectivamente, necesita como la fruta, sino el consumo de azúcares libres y procesados. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estos azúcares son los monosacáridos y disacáridos añadidos a los alimentos por los fabricantes, los cocineros o los consumidores, así como los presentes de forma natural en la miel, los jarabes, los jugos de fruta y los concentrados de jugo de fruta. Es decir, todos aquellos añadidos a los alimentos que no existen de forma intrínseca en ellos y que se encuentran en un sinfín de productos, incluyendo aquellos destinados a niños y diabéticos. Incluso el azúcar moreno, la panela, el sirope de arce o de agave siguen sin ser aconsejables.
La propia OMS recomienda que, para tener una nutrición saludable, el consumo de azúcares libres debería ser el 5% de la ingesta calórica diaria, lo que equivale a unos 25 gramos por día o, lo que es lo mismo, unos seis terrones de azúcar. De lo contrario, médicos, nutricionistas y expertos en salud coinciden en señalar que podrían producirse algunos de los efectos nocivos que el exceso de azúcar procesado provoca en nuestro organismo.
• Aumento de peso y de la presión arterial. Nuestro cuerpo absorbe rápidamente estos azúcares, aumentando bruscamente la glucosa en sangre y liberando insulina en grandes cantidades, lo que estimula el almacenamiento de grasas. Esto, además, propicia la hipertensión.
• Malnutrición. Se ha comprobado que consumir excesivo azúcar nos hace reducir el consumo de proteínas, grasas, carbohidratos, minerales (como el hierro o el zinc) y vitaminas (como D y E). Son calorías vacías que llenan y no nutren.
• Aumento del riesgo de Alzheimer. Diversos estudios revelan que una alta ingesta de azúcar diaria puede afectar nuestras facultades cognitivas y aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades como demencia o Alzheimer.
• Aparición de arrugas y acné. El azúcar produce AGE, unas moléculas que dañan el colágeno y la elastina, haciendo que a la piel le cueste más recuperarse y envejezca antes.
• Aparición de caries y deterioro de las cavidades dentales. Las caries se consideran una enfermedad crónica y aparecen debido a unas bacterias que se alimentan de los azúcares y que producen el ácido responsable del deterioro del esmalte dental.