El hambre emocional o el comer emocional es utilizar la comida para sentirse mejor. Es decir, tratar de satisfacer las necesidades emocionales a través de la comida, en lugar de tener hambre física, que es la necesidad de nutrir a nuestro cuerpo.
Está claro que comer es un acto fisiológico necesario, sin embargo, el deseo de comer puede estar influenciado por muchas causas, y la mayoría de estas no son fisiológicas sino emocionales. En ocasiones se busca canalizar esa emoción de ansiedad o frustración a través del acto de comer (pensar que es hambre).
En el simple acto de comer y seleccionar los alimentos influyen varios factores como: hambre, apetito (antojo), ingresos y la disponibilidad del alimento. Pero adicionalmente influyen emociones, estado de ánimo y sensación de estrés o ansiedad.
La alimentación emocional surge como una necesidad imperiosa de comer un alimento, que suele no ser saludable, para llenar un vacío interno o para calmar un exceso de energía por una emoción, como el miedo, estrés, la preocupación, incluso el aburrimiento, aunque también se puede recurrir a los alimentos para calmar estados de euforia en un momento de excesiva alegría.
La mayoría de las veces se cree que solo ingerimos alimentos para contrarrestar emociones negativas, como la ansiedad, la tristeza, la soledad. Sin embargo, el comer emocional también está relacionado con emociones positivas como la alegría, en las que usamos la comida para disfrutar, celebrar, compartir, festejar, por ejemplo, fiestas navideñas, las vacaciones de verano con amigos y familiares, las reuniones de trabajo de los viernes, las comuniones, las bodas, etc.
Diferencias entre el hambre emocional y fisiológica
Hambre emocional
Es repentina
Es urgente
Deseo de comidas especificas
No basta
Genera culpa, vergüenza o tristeza
Hambre fisiológica
Es gradual
Puedo esperar
Abierto a varias opciones
Es suficiente
No genera sentimientos negativos
Evidentemente esto genera un aumento de peso, y además consecuencias psicológicas y emocionales graves. Comer simplemente por antojo, no es lo mismo que comer emocionalmente.
Para mejorar la relación con la comida y evitar que esta se convierta en una adicción, se debe buscar recursos y estrategias para encontrar los motivos que llevan a una mala o inadecuada gestión de la emoción que se necesita suprimir a través de la comida, siempre con la ayuda de un profesional.