Control de ansiedad y estrés

Lo que comemos tiene efectos directos sobre cómo nos sentimos física y emocionalmente. Una parte de la ansiedad que experimentamos puede ser debida al consumo de distintos estimulantes y a deficiencias en vitaminas o minerales concretos.

Conviene limitar el consumo de:

Grasas, vísceras y charcutería (embutidos, patés) leche condensada, lácteos enteros, quesos grasos, bollería rellena, productos de pastelería y repostería industrial, etc.

El consumo excesivo de grasas puede favorecer la obesidad y elevar los niveles de colesterol, poniendo bajo un esfuerzo innecesario al sistema cardiovascular, lo que además puede intensificar alguna de las manifestaciones sintomatológicas de la ansiedad.

Estimulantes (café, té, refrescos con cafeína, extractos de guaraná, ginseng) y alcohol.

Sales y azúcar. La sal disminuye las reservas de potasio de nuestro cuerpo, un mineral muy importante para el funcionamiento apropiado del sistema nervioso.

Aditivos y otros productos artificiales. Mención especial merece el Glutamato de Monosodio (MSG), un aditivo artificial que se usa para realzar sabores y puede tener un fuerte efecto irritante sobre el sistema nervioso.

Conviene mantener el consumo de:

Leche, yogures, productos lácteos no excesivamente grasos y quesos.

Carnes (preferir las menos grasas), pescado, huevos y derivados.

Cereales, papas y legumbres, especialmente derivados integrales

Verduras y frutas. Tienen un destacable valor nutritivo, aportan minerales y vitaminas imprescindibles y son fáciles de digerir. Favorecen la absorción del triptófano, precursor de la serotonina, un neurotransmisor que regula el estado de ánimo y la ansiedad.

Agua, jugos vegetales, infusiones no estimulantes, frutos secos, aceites de oliva y semillas.

El estrés y la ansiedad pueden agravarse no sólo por lo que se come, sino también por la forma en que se hace. Se recomienda:

No comer demasiado rápido o mientras anda; comer sentado en la mesa.

Masticar bien la comida, por lo menos 15 o 20 veces por bocado.

No comer demasiado o hasta el punto de sentirse hinchado.

Ingerir cantidades moderadas de líquido durante la comida; beber demasiado puede diluir los ácidos estomacales y las enzimas digestivas (entre uno y dos vasos de agua por comida es suficiente).

Realizar varias comidas al día, entre tres y cinco, que no sean copiosas.

Planificar y respetar los horarios de comida; es mejor tener pensados también los menús para poder comprar y preparar lo que necesitemos con tiempo.

Utilizar preferiblemente las formas de cocción menos grasas: planchas, parrillas, asados, microondas y cocciones en agua.

 Moderar los fritos.

Es importante tener una dieta variada que asegure el consumo todos los nutrientes esenciales necesarios para mantenerse sano. Una nutrición equilibrada es fundamental para mantener una salud general, pero también para poder manejar mejor nuestra ansiedad y regular el estado de ánimo y recuerde siempre estar bajo la supervisión y asesoría de un especialista.

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